lunes, 25 de enero de 2016

portada

DIRECCIÓN DE FORMACIÓN Y ACTUALIZACIÓN DOCENTE
ESCUELA NORMAL EXPERIMENTAL
“MTRO. RAFAEL RAMÍREZ“
EJIDO NUEVO LEÓN,  B. C.
CLAVE: 02DNL0003Z


MATERIA:
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO 

MAESTRA:
GABRIELA FLORES 

ALUMNA:
 MARIA FERNANDA MARTINEZ HERNANDEZ


TRABAJO: BLOGGER


PRIMER SEMESTRE



                                                                      FECHA: 25 de enero del 2016

sábado, 23 de enero de 2016


INDEPENDENCIA DE MÉXICO  (primer orden)
Cuando la Francia napoleónica invadió España en 1808, en México se formaron movimientos que buscaban la independencia.( causalidad) El 16 de setiembre de 1810, (tiempo histórico) el cura Miguel Hidalgo lanzó el "Grito de Dolores" arengando al pueblo a luchar contra los españoles que apoyaban a Napoleón Bonaparte. ( relevancia)


Hidalgo ganó algunas batallas y organizó un gobierno en Guadalajara, pero pronto fue derrotado y fusilado (30-07-1811). El cura José María Morelos asumió el liderazgo y conquistó casi todo el sur y centro del país.(continuidad y cambio) 

Morelos también organizó el Congreso de Anáhuac, el mismo que en 1814 aprobó la Constitución de Apatzingán, que tuvo carácter liberal republicano.(evidencia) Sin embargo, los criollos le negaron ayuda, y apoyaron la restauración absolutista del rey Fernando VII y la sanguinaria represión del virrey Félix María Calleja. Tras varias derrotas, Morelos fue capturado y fusilado (22-12-1815).(empatia y relevancia) 

El liderazgo patriota recayó en Vicente Guerrero, quien siguió luchando en el sur hasta que sufrió una grave derrota en Agua Zarca (1819). Se mantuvo rebelde y fue perseguido por el general Agustín de Iturbide, quien al no poder derrotarlo le ofreció un pacto para unir sus fuerzas y proclamar la Independencia de Nueva España (México). El 24 de febrero de 1821 firmaron el "Plan de Iguala", en el cual se declaró la Independencia de México. (continuidad, cambio y evidencia ) 

En agosto del mismo año se firmaron los Tratados de Córdoba,(evidencia) donde se proclamó el nacimiento del Imperio Mexicano. En mayo de 1822, Agustín de Iturbide fue proclamado Emperador de México independiente.(relevancia y cambio)


CONCEPTOS

PRIMER ORDEN: constituyen significado que se despliega a partir de contextos específicos y apoyan un manejo preciso, de los contenidos históricos.
ejemplo: conquista, revolución.

SEGUNDO ORDEN O PROCEDIMENTALES: Es una manera quizá la mejor de entender la noción del avance de la historia. Son nociones que provén las herramientas de compresión de la historia como una disciplina o forma de conocimiento especifica. 
Le dan forma a la historia por ejemplo: continuidad o cambio, causalidad, tiempo histórico, la comprensión empatica, evidencia o relevancia histórica.  
EDUCACIÓN DEL SIGLO XX y XXI
A principios del siglo XIX, las ideas de la Ilustración, que tomaban en cuenta muchas de las premisas educativas de Rousseau -que proponía una formación basada en la naturaleza humana y en la libertad de aprendizaje- influyeron en la forma de conceptuar la educación en México. Los criollos liberales que luchaban contra el absolutismo español y los insurgentes mexicanos coincidían en la necesidad de formar un sistema educativo que tuviera un carácter menos religioso y que fuera más incluyente.
Este debate entre una postura rígida de la educación como instrucción y la postura flexible como formación prevaleció aún después de la Independencia e incluso se intensificó por la aguda lucha entre conservadores y liberales. Ambos bandos buscaban, entre otras cosas, mantener el control de las instituciones educativas. En 1842, ante la falta de consenso, el Estado encargó a la Compañía Lancasteriana, la única institución educativa que se había creado hasta ese momento, el manejo de la Dirección de Instrucción Pública.[2] Sin embargo, el papel de la iglesia en la educación y la noción de libertad educativa fueron los temas que desencadenaron nuevamente el conflicto. Los liberales proponían la libertad de enseñanza con el objetivo de acabar con el monopolio eclesiástico sobre la educación. Finalmente, el esquema liberal fue el que triunfó y sentó las bases de un nuevo sistema educativo en manos del Estado.
De esta manera, en 1867 se promulgó la Ley Orgánica de Instrucción Pública. En ella se establecía la educación primaria gratuita y obligatoria, se excluía del plan de estudios toda enseñanza religiosa y contenía disposiciones para la educación secundaria, entre las cuales destacaba la creación, bajo los principios del positivismo, de la Escuela de Estudios Preparatorios, la cual habría de sentar las bases de la educación profesional. La ley sólo regía al Distrito Federal y a los territorios federales, pero ejerció influencia sobre las leyes estatales.[3]
Durante el porfiriato, Joaquín Baranda, Ministro de Justicia e Instrucción, convocó a dos congresos en los que se reunieron pedagogos, maestros, intelectuales y autoridades. Los resultados de estos congresos contribuyeron a definir un nuevo proyecto gubernamental de educación pública, que se consolidó con la promulgación de la Ley de Instrucción Obligatoria de 1888. Con la llegada de Justo Sierra a la Subsecretaría de Instrucción Pública en 1901 se abrió un nuevo periodo en la historia del sistema educativo mexicano. Justo Sierra continuó con los ideales liberales y se preocupó por organizar el sistema educativo, expandirlo a todos los sectores sociales y elevar los niveles de escolaridad. En esta época se instituyó la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, de la que Justo Sierra fue el primer titular en 1905. Posteriormente, en 1910, se fundó la Universidad Nacional.[4]
Durante el periodo revolucionario, el proceso de conformación del sistema educativo mexicano tuvo un notable retroceso. Sin embargo, al final de este periodo, con la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, se otorgó por primera vez rango constitucional al derecho que todo ciudadano mexicano tiene para recibir una educación laica, obligatoria y gratuita. Asimismo, se otorgaron mayores facultades educativas al Estado para coordinar y vigilar el funcionamiento de escuelas públicas y privadas. Desafortunadamente, con la supresión de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes determinada por el Congreso Constituyente, el sistema educativo del nuevo régimen revolucionario tuvo problemas para consolidarse. La presencia de diversos factores, tales como la existencia de asentamientos rurales dispersos a lo largo del territorio, la carencia crónica de recursos presupuestales, la heterogeneidad en las maneras como cada estado y municipio atendía sus obligaciones y una planta magisterial sumamente reducida, agravaron esta situación.[5]
La creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en septiembre de 1921, fue un hecho decisivo para cambiar esta situación y facilitó la acción concurrente del gobierno federal de manera directa en todo el país. Con lo anterior, se logró equilibrar un poco la desigual atención que estados y municipios brindaban a los servicios de educación. José Vasconcelos, el primer titular de esta institución, formuló un nuevo sistema educativo para atender las necesidades de instrucción y formación académica de todos los sectores sociales. Uno de los aportes más importantes de la gestión de Vasconcelos fue la educación rural: se crearon escuelas primarias y algunas normales rurales, y se formaron las misiones culturales, grupos docentes, profesionistas y técnicos que se dirigieron a diversas localidades rurales para capacitar maestros y trabajar en favor de la comunidad. [6]
Después de la creación de la SEP, ocurren diversos hechos que repercutirían en el futuro del sistema educativo mexicano. Durante la presidencia de Plutarco Calles hubo un constante forcejeo entre la Universidad Nacional y la SEP. Los universitarios buscaban mantener el sistema mediante el cual la escuela preparatoria continuaba después de la conclusión de los estudios del ciclo primario, no obstante, por decreto oficial de la SEP se creó en 1925 la escuela secundaria como una nueva institución educativa al servicio de la adolescencia. Este hecho generó dos cambios importantes en el sistema educativo. Por un lado, hubo un cambio en la secuencia de estudios. Por otro lado, la confrontación del gobierno con la universidad fue un elemento central para que en 1929 la universidad obtuviera su autonomía. La autonomía facultó a la universidad para que decidiera el contenido de la educación superior.[7]
Los años siguientes se caracterizaron por mantener un clima de conflicto permanente entre las distintas orientaciones educativas de la época (positivista, laica, popular, nacionalista, religiosa, socialista). La lucha ideológica fue una actividad que impidió el mejoramiento del sistema educativo; ejemplo de ello fue la disputa entre el gobierno y la iglesia católica que originó la clausura de las escuelas religiosas. Este conflicto culminó en el sexenio de Lázaro Cárdenas en 1934 con la modificación del artículo tercero constitucional, mediante la cual, por primera vez en el texto constitucional, se estableció oficialmente una política de estado para dar un carácter socialista a la educación y obligar a las escuelas privadas a seguir los programas oficiales.[8]
La nueva orientación socialista de la educación propuso ampliar las oportunidades educativas de los trabajadores urbanos y rurales. Entre 1936 y 1940 se crearon internados, comedores y becas, se impulsó la creación de escuelas vinculadas a centros de producción y se alentó la educación técnica. En este último aspecto, la realización más importante del periodo fue la fundación del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de otros establecimientos tecnológicos. Al mismo tiempo, se crearon escuelas regionales campesinas para formar maestros rurales y cuadros para la agricultura, se establecieron escuelas vocacionales de nivel medio superior y centros educativos indígenas.
Con Manuel Ávila Camacho (1940-1946), dio inicio una política de conciliación nacional que tuvo consecuencias en el sistema educativo. Por ejemplo, en 1941 se promulgó la Ley Orgánica de la Educación Pública. En 1943 tuvo lugar la unificación de los sindicatos magisteriales. El nuevo Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) fue reconocido mediante decreto presidencial como el único organismo representativo de todo el magisterio nacional. Años más tarde, en 1946, se promulgó una reforma del artículo 3º constitucional para reconvertir la educación socialista y en su lugar establecer una educación integral, científica y democrática para combatir los altos índices de analfabetismo que imperaban en la época.
Asimismo, en el transcurso de la posguerra, en el periodo conocido como de consolidación, Miguel Alemán (1946-1952) dio continuidad a la política educativa de Manuel Ávila Camacho y nuestro país participó activamente en diversos proyectos de la recién creada Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés). De esta manera, en la década de 1940 a 1950 se fundaron diversas instituciones educativas, entre ellas, el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES) y el Centro Regional de Educación de Adultos y Alfabetización Funcional para América Latina (CREFAL).[9] En 1950 inició otro periodo importante en la historia del sistema educativo mexicano, el de la expansión, mismo que culminó hasta la década de los noventa.[10] A continuación se presenta un breve esbozo de las políticas educativas de este periodo.
En el gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) se consolidaron muchas de las propuestas de los gobiernos anteriores y los servicios educativos crecieron en forma importante. El gasto en educación aumentó, especialmente en subsidios a las universidades y salarios de los profesores. Asimismo, se creó el Consejo Nacional Técnico de la Educación (CONALTE) y el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del IPN (CINVESTAV).
En los periodos de Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se consideró importante ampliar las oportunidades educativas mediante apoyos económicos a la educación normal y la capacitación para el trabajo. Entre las políticas más importantes de ambos sexenios se encuentran la formulación del Plan para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria en México o Plan de Once Años y la distribución de libros de texto gratuito para las escuelas primarias, que también motivó la creación de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito (CONALITEG). Asimismo, con el objetivo de ofrecer salidas laterales que posibilitaran la incorporación al trabajo a los alumnos que no accedieran a los niveles educativos superiores, entre 1963 y 1970 se implementaron diversos programas y se crearon varios centros de adiestramiento y capacitación para el trabajo industrial y agrícola.
La administración de Luis Echeverría (1970-1976) mostró desde un principio su interés de mejorar el sistema educativo y puso en marcha una Comisión Coordinadora de la Reforma Educativa para diversificar los servicios educativos, aumentar el número de escuelas y reformar los planes de estudio. La reforma de este periodo se reflejó en la publicación de una nueva Ley Federal de Educación en 1973 que sustituyó a la Ley Orgánica de Educación Pública de 1941. Esta nueva ley adoptó la definición de educación como institución del bien común y organizó al sistema educativo nacional para establecer nuevas bases que impulsaran los derechos que todos los habitantes del país para recibir educación con las mismas oportunidades.
De la  misma forma, se promulgó la Ley Nacional de Educación para Adultos de 1976, que reguló la educación para los mayores de 15 años que no habían cursado o concluido la primaria o la secundaria. Esta educación fue concebida como educación extraescolar, basada en la enseñanza autodidacta y la solidaridad social. Durante este periodo también se crearon diversas instituciones educativas, tales como el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), el Colegio de Bachilleres y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Asimismo, la SEP modificó su estructura orgánica e instituyó la Subsecretaría de Planeación y Coordinación Educativa., dependencia que inició la desconcentración técnico-administrativa con la creación de 39 unidades de servicios descentralizados en las nueve regiones en las que fue dividido el país. [11]
En la administración de José López Portillo (1976-1982) se llevó a cabo un diagnóstico de la situación escolar en el nivel básico y se diseñó el Plan Nacional de Educación (PNE). El diagnóstico del PNE llamó la atención sobre diversos problemas de la educación preescolar: la atención a la demanda era baja, la distribución de oportunidades era desigual con una alta concentración en el medio urbano y con la atención casi exclusiva de los sectores medios y altos. Además se identificaron bajos índices de eficiencia en los primeros grados de la primaria que, se presumía, estaban asociados con la inasistencia de los niños a la educación preescolar. Por esta razón uno de los objetivos prioritarios del PNE fue la educación preescolar y la puesta en marcha del Programa “Educación para Todos”, cuya meta era atender a todos los niños con rezago educativo.
Como segunda prioridad del PNE se señalaba el objetivo de vincular la educación terminal con las necesidades de la producción para lo cual fue necesario desarrollar programas para la educación técnica superior. En este rubro destacó la creación del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP) en 1979. La tercera prioridad del PNE se refirió al impulso otorgado por el gobierno para elevar la calidad de la educación, meta que se concretó con una mejor formación para los maestros gracias a la creación en 1978 de la Universidad Pedagógica Nacional.
Otra de las prioridades del PNE era mejorar la eficiencia del servicio educativo lo que suponía avanzar en materia de organización interna de la SEP y la desconcentración de actividades mediante el establecimiento de 31 delegaciones en las entidades federativas. Asimismo, se avanzó en el diseño e instrumentación de un marco general para coordinar y planear la educación superior. En 1976 la SEP creó la Coordinación General de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Como complemento a esta acción, en 1978 fue promulgada la Ley Nacional de Coordinación de la Educación Superior y en 1979 se constituyó la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior (CONPES).
En 1980, una modificación al artículo tercero constitucional incluyó el concepto de autonomía universitaria. En esa adición la autonomía fue concebida como el ejercicio de ciertas facultades que el Estado otorga a entidades públicas no centralizadas. Así, mediante un acto jurídico emanado del Poder Legislativo, se concedió el derecho a las instituciones universitarias para expedir sus propias normas y reglamentos, para realizar sus fines con respeto a la libertad de cátedra e investigación y para determinar sus planes y programas de estudio, entre otras cosas.[12]
Existen otras acciones relevantes durante el periodo sexenal de José López Portillo que transformaron el sistema educativo mexicano. En 1978 el gobierno federal puso en marcha el Programa Nacional de Educación a Grupos Marginados y en 1981 elaboró el Programa Nacional de Alfabetización y creó el Instituto Nacional de Educación para Adultos (INEA).
De acuerdo con Jaime Castrejón, Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) no presentó un plan aislado de educación, como había sucedido en los dos gobiernos anteriores, sino que la nueva administración que tomó posesión en 1982 elaboró un Plan Nacional de Desarrollo en el que la “revolución educativa” estuvo inscrita como uno de sus principales elementos. No obstante, este autor señala que el gobierno de Miguel de la Madrid tuvo que enfrentar una fuerte crisis económica que lo orilló a reducir el gasto destinado al sector educativo. La crisis también afectó la demanda de escolaridad en la población de menores ingresos y acrecentó sus niveles de reprobación escolar. En esas condiciones, el sistema educativo mexicano interrumpió las tendencias expansivas que lo habían caracterizado en décadas anteriores.[13]
En 1983 Miguel de la Madrid presenta el “Programa Nacional de Educación, Recreación, Cultura y Deporte” que destacaba entre sus principales objetivos y políticas estratégicas para mejorar la educación: ofrecer un año de educación preescolar a todos los niños de cinco años de edad, descentralizar la educación y reformar los estudios de educación normal. Asimismo, este programa introdujo el concepto de calidad como un elemento central para consolidar la política educativa. Este nuevo énfasis marcó la diferencia con los gobiernos anteriores que se habían preocupado exclusivamente por incrementar la capacidad física del sistema educativo, dejando de lado la calidad de los servicios educativos.
Uno de los objetivos más importantes del programa se dirigía a descentralizar la educación básica y normal y a desconcentrar la educación superior. La propuesta de descentralización tenía como antecedentes las medidas de desconcentración administrativa desarrolladas en la administración anterior, las cuales habían permitido mayor coordinación entre los gobiernos locales y el gobierno federal. De esta forma se establecieron acuerdos de coordinación entre ambos órdenes de gobierno que implicaron la creación de consejos estatales de educación con representación de las autoridades federales, estatales y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). De la misma forma, la estrategia de descentralización admitió el establecimiento de direcciones generales de servicios coordinados en cada entidad y otros órganos de coordinación. El objetivo de la descentralización fue transferir los servicios educativos (niveles preescolar, primaria, secundaria y normal) del gobierno federal a los gobiernos de los estados.
Para algunos autores, aunque los procesos de descentralización educativa se anunciaron desde el gobierno de Miguel de la Madrid, se formalizaron durante el periodo sexenal de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) con la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica en el año de 1992.[14] A partir de ese momento, los gobiernos estatales se hicieron cargo de la dirección de los centros educativos que el gobierno federal tenía a su cargo. El gobierno federal, por su parte, continuó con el la obligación de vigilar en toda la República el cumplimiento del artículo tercero constitucional, así como de promover y programar la extensión y las modalidades del sistema educativo nacional; formular planes y programas, y concertar con las entidades federativas las acciones necesarias para abatir y superar los rezagos en la materia.
La característica central de la política educativa durante el periodo salinista fue el de la “modernización” del sistema escolar. El Programa para la Modernización Educativa 1989-94 programó de manera prioritaria la conformación de un sistema de mayor calidad, que se adaptara a los cambios económicos que requería el país en el contexto de las transformaciones mundiales marcadas por el libre mercado.[15] Para reformar el sistema educativo se modificaron los artículos tercero y 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, este último relacionado con la personalidad jurídica de las iglesias. Con dichas modificaciones se abrió nuevamente un espacio para la participación de la iglesia en la educación, dejando atrás todos los problemas que tuvieron conservadores y liberales en el siglo XVIII y los inconvenientes que surgieron entre la iglesia y el gobierno con la Constitución de 1917.
En los siguientes años de la administración de Carlos Salinas de Gortari se emprenderían un conjunto de acciones que tenían como común denominador la reorganización del sistema educativo: la obligatoriedad de la escolaridad secundaria para todos los mexicanos y su correspondiente cambio en el artículo tercero constitucional; la promulgación de la Ley General de Educación de 1993; la búsqueda de la calidad y la equidad educativas con la misma o mayor prioridad que la cobertura educativa; el énfasis en el aprendizaje de competencias científicas, tecnológicas y laborales; el fomento de la participación de los empresarios en la gestión escolar y una mayor vinculación con el sector laboral.[16]
El gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) continuó con la política modernizadora de su antecesor. En este periodo el proceso de federalización, además de consolidarse en el nivel básico, se extendió hacia los demás niveles, lo que permitió avanzar hacia la coordinación integral de sistemas educativos por parte de los gobiernos estatales. Destacan, durante la Administración, el avance y la consolidación de los procesos de federalización educativa del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE) y del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP).
La ampliación de la cobertura de los servicios educativos con criterios de equidad fue uno de los rasgos más destacados de la política educativa zedillista. Dentro de las estrategias específicas para lograr una mayor equidad destacan las becas a la asistencia escolar por medio del Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA), programa que también contribuyó a la construcción y el equipamiento de nuevos espacios educativos y a la entrega de libros de texto gratuitos. Otros de los programas compensatorios que se implementaron en las áreas rurales para asegurar los servicios educativos en las localidades marginadas fueron los siguientes: Programa de Apoyo a Escuelas en Desventaja (PAED), Programa para Abatir el Rezago Educativo (PARE), Programa para Abatir el Rezago en Educación Básica (PAREB), Programa de Educación Inicial (PRODEI), Programa Integral para Abatir el Rezago Educativo (PIARE), y Programa para Abatir el Rezago en Educación Inicial y Básica (PAREIB).
De la misma forma, en este periodo se implementaron algunos programas dirigidos a impulsar la actividad docente, por ejemplo el Programa Nacional para la Actualización Permanente de los Maestros de Educación Básica en Servicio (PRONAP), que fue creado en 1995, y el Programa para la Transformación y el Fortalecimiento Académico de las Escuelas Normales, creado en 1997, a fin de impulsar la modernización de la formación inicial de los profesores de educación básica. Otro de los programas de apoyo al docente que tuvo un notable impulso fue el Programa Nacional de Carrera Magisterial, que estableció un sistema de estímulos económicos independiente de los que se otorgan por antigüedad o por cambio de función administrativa de promoción horizontal, en el que los docentes participaban en forma individual y voluntaria. El propósito del programa era fomentar la profesionalización y actualización de los maestros, así como el aprovechamiento escolar de sus alumnos.
Conjuntamente, se promovieron importantes avances en la tarea de elevar la calidad de la educación básica, mediante la consolidación del Sistema Nacional de Evaluación Educativa y la formulación del Programa de Instalación y Fortalecimiento     de las Áreas Estatales de Evaluación en 1996. Con ambas iniciativas se impulsó la formación de profesionales técnicos locales expertos en evaluación, y se obtuvo información periódica sobre los niveles de avance educativo y sus factores asociados. Destacan la primera aplicación de las pruebas de estándares nacionales de comprensión lectora y matemática en secundaria, y el seguimiento del estudio Evaluación de la Educación Primaria, cuya información ha sido utilizada para construir una serie histórica de los niveles de avance en este nivel educativo.
Durante el periodo zedillista también se diseñó e implemento el programa “La Gestión en la Escuela Primaria”, que inició con carácter experimental en 1997 en 183 planteles escolares de cinco entidades federativas. El objetivo del proyecto era generar estrategias y materiales que permitieran avanzar hacia la transformación de cada escuela en una organización articulada internamente, en la cual directivos, supervisores, maestros, estudiantes y padres de familia trabajaran en favor del mejoramiento de la calidad de la educación en cada plantel. Por último y con el propósito de impulsar el intercambio de información y el uso de nuevos canales de comunicación, tales como el internet, se puso en marcha en 1997 el proyecto de la “Red Escolar” en 144 escuelas primarias, secundarias y normales. Los recursos empleados para el funcionamiento del proyecto fueron la “Red Edusat”, software educativo y 150 videos digitalizados.
Como se ha analizado en este apartado, a lo largo de la historia del sistema educativo mexicano se han presentado notables cambios en las doctrinas ideológicas que le han dado forma. Asimismo, la revisión histórica nos permite observar una evolución del sistema educativo que ha ampliado su cobertura; pese a las condiciones adversas que muchas veces tuvo que enfrentar, éste ha tenido una gran capacidad incorporadora. La cobertura del sistema educativo en México tiende al crecimiento permanente y a la diversificación de los servicios que ofrece.
Por otra parte, en el periodo examinado pudimos constatar que la legislación mexicana ha tenido un carácter progresista, ya que ha proclamado el derecho a la educación para todo ciudadano y la ha considerado un factor de igualación y desarrollo social. Cada vez más mexicanos han gozado de una educación obligatoria que se ha ampliado en su tramo. Más aún, pese a los efectos del desarrollo social sobre la distribución de los conocimientos, el sistema educativo mexicano no ha tenido la capacidad de neutralizar los efectos de la pobreza sobre la adquisición del aprendizaje.
Así lo demuestra la preocupación de las autoridades educativas mexicanas por ofrecer educación básica a las poblaciones excluidas, en especial en las zonas rurales. Esta iniciativa ha sido una constante durante todo el período analizado pero se acentúa en el último tercio del siglo XX, cuando se instalaron en la agenda de la política educativa los temas de la desigualdad en la distribución de los recursos educativos. La voluntad de universalizar la educación básica se expresó en la creación y desarrollo de instituciones específicas como el CONAFE o programas como PROGRESA, que han constituido un esfuerzo significativo para alcanzar a los sectores de la población más pobres y excluidos.

La educación del siglo XIX

Como sabéis, la educación forma una parte muy importante de nuestra sociedad y hoy en día, es un elemento fundamental para el desarrollo de una sociedad y en consecuencia, de una nación.
Sin embargo, la educación nunca ha sido, ni es, una constante. El sistema educativo varía en función de la época, y sobre ésta influyen una serie de variables: pensamiento, ideologías etc.
Si hay una parte de la educación que me resulta fascinante es su propia historia. Hoy me gustaría hacer un mini reportaje sobre la educación en todo su conjunto en una época que nos queda ya un poco lejana en el tiempo, pero que sin embargo resulta fascinante. ¿Cómo eran los maestros y maestras del siglo XIX?, ¿cómo eran los colegios y las aulas?, ¿que áreas se impartían?, ¿qué metodología se aplicaba?, ¿que tipo de materiales se empleaban?.
Vamos a ver estas cuestiones a continuación… ¡sigue leyendo para descubrirlas!
Primero vamos a situarnos en el tiempo…
ESPAÑA, SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
La primera ley educativa en España fue la Ley de Instrucción Pública de 1857 conocida como Ley Moyano, de la época de Isabel II, durante el siglo XIX, intentaba solucionar el problema de España, y su grave población analfabeta, la cual se encontraba constantemente en situaciones de guerra, provocadas por las guerras carlistas con el reinado de Isabel II.
Con la Ley Moyano, pues, se implantan definitivamente los grandes principios delmoderantismo histórico:
  •  gratuidad relativa para enseñanza primaria
  •  centralización
  •  uniformidad
  •  secularización
  •  libertad de enseñanza limitada.
Así, en la instrucción primaria bastará con tener veinte años cumplidos y poseer el título de Maestro; en cambio, para la enseñanza secundaria se incrementan los requisitos, debiendo destacarse la necesidad de que el profesorado ostente la titulación correspondiente, se realice un depósito de fianza y se proclame el sometimiento del reglamento interno del establecimiento a las disposiciones dictadas por el Gobierno.
En mi caso, como futura docente de Educación Primaria, voy a centrarme en concreto en los maestros de primaria de la época. Como hemos dicho pues, bastaba con poseer el título de maestro y tener veinte años para poder ser MAESTRO/A.
La Primera Enseñanza era impartida en las escuelas y de manera gratuita. Esto por tanto permitía que los niños pertenecientes a familias de clases medias acudiesen a la escuela. Los de clases bajas también, pero como ya se sabe, los problemas económicas de éstas familias hacían que los niños resultasen mucho más útiles como mano de obra que como estudiantes. Esto nos hace pensar pues, que la mayoría de niños que acudían a estas escuelas de Primaria gratuitas eran niños de clase media. ¿Y las clases altas?, os preguntaréis. Seguro que todos habéis oído hablar de las famosas: INSTITUTRICES. Éstas eran maestra privadas que las familias adineradas contrataban para instruir a sus hijos en sus propios hogares. Más adelante hablaremos de ellas.
Lo que no podemos eludir era el carácter sesgado en lo concerniente a la mujer, ya que esta ocupaba un papel pasivo donde no era común su culturización, por lo que se usaron medios exclusivos para la mujer, creando materias específicas para las mujeres dentro de la educación, con Magisterio como única titulación apta para las mujeres.
siglo XIX
siglo XIXSi observamos las imágenes anteriores, ya podemos resolver la mayoría de las cuestiones que se nos planteaban en la introducción de este artículo. Vestimenta, edad, sexos tanto de los maestros como del alumnado, materiales empleados en la clase…
Vamos a comentarlos: si nos fijamos, podemos encontrar tanto maestras como maestros en las aulas, sin embargo, el número de maestros era mayor, pues las mujeres todavía estaban muy recluidas en los hogares dedicándose a ello y a su familia. La vestimenta es típica del XIX, faldas largas y pomposas, corsés con camisas abombadas y cinturones anchos o fajines ajustados a la cintura. Nada de escote o pantorrillas. Moños altos y discretos. Colores oscuros y nada de maquillaje. Era un factor muy importante que la imagen de la maestra fuese austera y poco llamativa. Los hombres vestían traje o pantalones con chaquetas modestas, siempre guardando una rigurosa asuteridad.
Las aulas son más grandes o más pequeñas en función evidentemente del nivel económico, posiblemente las más pequeñas sean rurales y de escasos fondos. Por el contrario las aulas amplias y con numerosos pupitres de madera demuestran un mayor nivel adquisitivo. Mapas, bolas del mundo y enormes enciclopedias eran los materiales estrella junto con tinteros  y papeles amarillentos. Las pizarras también tenían su importancia.

primeros intentos para la organizacion del sistema educativo nacional

EDUCACION EN MEXICO (SIGLO XIX)
A principios del siglo XIX, las ideas de la Ilustración, que tomaban en cuenta muchas de las premisas educativas de Rousseau -que proponía una formación basada en la naturaleza humana y en la libertad de aprendizaje- influyeron en la forma de conceptuar la educación en México. Los criollos liberales que luchaban contra el absolutismo español y los insurgentes mexicanos coincidían en la necesidad de formar un sistema educativo que tuviera un carácter menos religioso y que fuera más incluyente.
Este debate entre una postura rígida de la educación como instrucción y la postura flexible como formación prevaleció aún después de la Independencia e incluso se intensificó por la aguda lucha entre conservadores y liberales. Las leyes liberales de 1883, van a sentar las bases de tal educación: libre, secular y de competencia del Estado.
El primer Ministerio que se encargó de la educación pública fue la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores - 1821-1836 -; le siguió el Ministerio del Interior, que además del ramo de Instrucción Pública se encargaba de los Negocios Eclesiásticos y de Justicia. Ambos bandos buscaban, entre otras cosas, mantener el control de las instituciones educativas. Fue en 1841 que se creó el Ministerio de Instrucción Pública e Industria. Dadas las vicisitudes políticas de mediados del siglo XIX, el ramo educativo pasó al Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores.  En 1842, ante la falta de consenso, el Estado encargó a laCompañía Lancasteriana, la única institución educativa que se había creado hasta ese momento, el manejo de la Dirección de Instrucción Pública.[2] Sin embargo, el papel de la iglesia en la educación y la noción de libertad educativa fueron los temas que desencadenaron nuevamente el conflicto. Los liberales proponían la libertad de enseñanza con el objetivo de acabar con el monopolio eclesiástico sobre la educación. Finalmente, el esquema liberal fue el que triunfó y sentó las bases de un nuevo sistema educativo en manos del Estado.
El segundo Imperio 1864 -1867, crea sus propias instituciones, la educación estuvo entonces atendida por el Ministerio de Instrucción Pública y Cultos (Con este nombre, aunque redefiniendo constantemente sus funciones y actividades, este Ministerio se ocupará de la educación en México hasta entrado el siglo XX, (1905)).
De esta manera, al triunfo definitivo del proyecto liberal en 1867 el gobierno de Benito Juárez  promulgó la Ley Orgánica de Instrucción Pública. En ella se establecía la educación primaria gratuita y obligatoria, se excluía del plan de estudios toda enseñanza religiosa y contenía disposiciones para la educación secundaria, entre las cuales destacaba la creación, bajo los principios del positivismo, de la Escuela de Estudios Preparatorios, la cual habría de sentar las bases de la educación profesional. La ley sólo regía al Distrito Federal y a los territorios federales, pero ejerció influencia sobre las leyes estatales.[3]
Durante el porfiriato, Joaquín Baranda, Ministro de Justicia e Instrucción, convocó a dos congresos en los que se reunieron pedagogos, maestros, intelectuales y autoridades. Los resultados de estos congresos contribuyeron a definir un nuevo proyecto gubernamental de educación pública, que se consolidó con la promulgación de la Ley de Instrucción Obligatoria de 1888.

Sistema Lancasteriano

SISTEMA LANCASTERIANO
Llamaron a su organización Compañía Lancasteriana en honor a Joseph Lancaster. Esta escuela fue la que gano para el método la atención y el apoyo del gobierno y el público. En 1842 el gobierno nacional le entrego la dirección de la instrucción primaria de toda la República Mexicana. En 1842 y 1845 encabezo la Dirección General de Instrucción Publica y al terminar su gestión dejo 106 escuelas primarias en la capital, con 5847 alumnos, todos usando el sistema mutuo.
Produjeron nuevas y oportunas instituciones, debidas en su mayor parte a la iniciativa privada. La primera escuela que se abrió de manera privada fue la Compañía Lancasteriana. El objetivo de estas instituciones era difundir en México la enseñanza mutua/libre. El sistema Lancasteriano fue adaptado por Bell y Lancater de origen Inglés. La organización o el método que usaban era muy diferente al que hoy en día se está acostumbrado debido a que el trabajo del profesor consistía en elegir a los estudiantes más destacados, los cuales después enseñaban a 10 o 20 niños en forma de un semicírculo, a éstos enseñantes se les llamaba monitores, además de estos, existía un funcionario más importante, el inspector, su función era de vigilar a los monitores, de entregar y recoger de éstos, los útiles de la enseñanza y de indicar al maestro los que deben ser premiados o sancionados. Su función del docente a la hora de clase consistía en observar la marcha del aprendizaje y a mantener la disciplina. La enseñanza en las escuelas Lancasterianas era en un lugar amplio y "convenientemente distribuida, facilita las tareas escolares que el maestro ha planeado y explicado de antemano a los monitores. Un severo sistema de castigos y premios mantiene la disciplina. El maestro era como un jefe de taller que lo vigilaba todo y que intervenía en los casos difíciles".
En lo que respecta al material y el mobiliario escolar, la escuela lancasteriana tenía una plataforma que era usada por el maestro, unos bancos para los niños, el telégrafo, los semicírculos, los pizarrones, los punteros y los cartelones. El telégrafo, era una tabla con la que el maestro daba órdenes a los inspectores o monitores, sobre la marcha del aprendizaje.
La táctica y la disciplina era custodiada por celadores o instructores y monitores, y estos se basaban en cuadros de honor, cuadros negros, orejas de burro y en premios y castigos para que la disciplina se hiciera hacerse valer. El inspector vigilaba a los instructores y se hacía cargo de entregar y recoger los instrumentos para las materias a impartir, y al finalizar el día, el maestro indicaba al instructor quien debía ser castigado o premiado.
Los monitores eran los encargados de las asignaturas en las escuelas lancasterianas y se iban rolando entre los grupos, unos monitores podían ser de lectura, de escritura o aritmética, aunque también algunos podían ser monitores de dos o tres asignaturas. El plan de las escuelas lancasterianas consistía en tres asignaturas, las cuales eran: lectura, escritura y cálculo elemental.
La compañía Lancasteriana en México quedó fundada en México el 22 de febrero de 1822; sus creadores fueron: Manuel Condoniú, Agustín Buenrostro, coronel Eulogio Villaurrutia, Manuel Fernández Aguado, Eduardo Turreau e Ignacio Rivoll
SISTEMA LANCASTERIANO.
El tañido de la campana, indicación de cambio de actividad, gobernaba un día típico en la escuela lancasteriana. Los monitores o ayudantes de los maestros se presentaban temprano en la escuela antes de los demás, para recibir instrucciones sobre las clases de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristina, que impartían a sus diferentes grupos. Los alumnos llegaban a las 9, antes de entrar a la escuela formaban filas para que los instructores revisasen la limpieza de la cara, manos, las uñas de los dedos chicos, sin olvidar las ropa y el calzado.
Al toque de la campana, los niños entraban en filas o un salón grande con largas mesas y bancos alineados frente a una plataforma donde estaba el escritorio del maestro. A cada alumnos de aquel se sentaban los instructores generales del orden, niños que ayudaban al director a mantener la disciplina y a transmitir ordenes a la clase; un instructor general vigilaba el orden por la mañana y otro por la tarde. Al mismo tiempo, bajo la vigilancia del maestro y los instructores, “los alumnos se ponían enfrente de las mesas, se quitaban los sombreros, se los echaban en las espaldas, sujetos por un cordón y se arrodillaban para rezar una breve oración”.
La primera asignatura era la escritura dividida en 8 clases. Los alumnos más chicos ocupaban las mesas situadas inmediatamente frente al director. Estos, en ves de una superficie de madera, tenían una caja llena de arena. Los 10 niños sentados del mismo lado de la mesa miraban al instructor dibujar una letra en la arena. Enseguida, ellos intentaban imitarlo. Los diestros lo dibujan solos sin ayuda del monitor. En lecciones subsecuentes, el instructor se ponía de pie sobre el banco al otro lado de la mesa, indicaba las letras del alfabeto escritas en un tablero.
Las enunciaba en voz alta, despacio y con un tonillo especial: “primera clase. Atención: A mayúsculas”, y apuntaba la mencionada letra. Todos los niños de la clase marcaban luego la marcaba la misma letra en la arena con un punzón o con el dedo. La mañana se dedicaba en practicar la letra mayúscula y en la tarde las minúsculas.
En las 5 clases siguientes se aprendía la escritura en pizarras con ejercicios de palabras de una a 5 silabas, dictadas para cada instructor, según el orden de la clase. La voz del monitor ordenaba cada acto como: “manos a las rodillas, manos sobre las mesas, presenten pizarras y pizarrines, etcétera”. Para evitar confusión y ruido, cada instructor comenzaba en dictado cuando el anterior había terminado de hablar. Después de dictar 3 palabras, y a la señal de “examen” dada por el maestro y transmitida a cada instructor, se revisaban las pizarras de los niños de cada clase. La escritura en papel se reservaba para las clases superiores, cuyos alumnos practicaban muestras de la letra grande, mediana y cursiva, con el fin de alcanzar la perfección de su letra y al mismo tiempo aprender la moral y la urbanidad.
El tañido de la campana ponía fin a la clase de escritura. Los niños se levantaban enseguida de sus mesas y caminaban a los pasillos para formarse en semicírculos, movimiento o evolución que ejecutaban en 3 minutos en completo silencio. Cada niño se colocaba en el semicírculo que le correspondía según su nivel de lectura y buscaba el “telégrafo” indicador de su propia clase. Aquel constaba de palos de madera con un aspa de hojalata con el número de la clase en un lado y en el otro EX que quería decir examen. El instructor sacaba el telégrafo de su agujero en las mesas de escribir y lo colocaba en dos asas de hierro fijas en la pared en medio de cada semicírculo. El instructor señalaba con su puntero de otate las letras, silabas y palabras escritas en grandes carteles colgados de la pared en medio de cada circulo de niños, quienes recitaban en vos alta, según el método “silabeo” o sea, después de aprender las letras individuales, unían vocal y consonante para formar una silaba.
Los chicos de clase superiores leían obras con las fabulas de Samaniego. De modo semejante se procedía en otras materias. La clase de aritmética, dividida en 8 lecciones exigía de los niños que escribiesen en la arena los guarismos mientras otras secciones lo hacían en el pizarrón o en pizarras individuales. Trabajaban media hora en los tacos y un cuarto de hora recitaba las tablas en los semicírculos. Hacia aprendían las operaciones fundamentales, quebrados, la regla de 3 y demás operaciones.
Como se colige de esta descripción, el principio fundamental des sistema lancasteriano consistía en tener al niño en constante actividad. Así se evitaba el aburrimiento, pues siempre aprendía algo de instructor en su pequeño grupo. Todo niño tenia que tener algo quehacer a cada momento y una razón para hacerlo. Lograr este objetivo significaba un complicado sistema de registro del paso del alumno de una clase a otra.
Al final del mes, el maestro examinaba individualmente a cada niño. El que sabía lo requerido de una clase pasaba a la siguiente y su avance constaba del libro de registro. Un niño podía estar, al mismo tiempo, en el grupo adelantado de lectura, en el intermedio de escritura y en otro elemental de aritmética o catecismo. De ahí en cada semicírculo se encontrase muchachos de diferentes edades, pues su asignación a una clase dependía de la habilidad y no de la edad.
Aspecto importante del método lancasteriano era el sistema de premios y castigos. El instructor del grupo reportaba al desobediente al instructor de orden quien administraba la sanción. Los castigos consistían en golpearle del cuello al niño una tarjeta, la “divisa de castigo” con la leyenda alusiva: travieso, indisciplinado, chismoso, enredador o peleonero, u obligarlo a arrodillarse y poner los brazos en cruz, a veces con piedras pesadas en las manos, el estudiante era conducido al director en cada de faltas mas serias para recibir golpes con palmeta. “algunos ilusos, y este caso era general en las escuelas primarias, pegaban en las palmas de las manos dos cabellos en forma de cruz, pues creían a pie juntillas que la palmeta, al tocarla santa insignia, saltaría reducida en mil pedazos”.
El día escolar duraba de 6 a 7 horas de clase, con un descanso de 2 horas a medio día para comer en la propia casa

NUEVO:
Se crea 1843 las escuelas de  agricultura y de artes y oficios, se impulsa la educación primaria y se infunde vida mas vigorosa a la academia de las 3 nobles artes, se especializan carreras en el colegio de minería, se efectúan cambios importantes en los estudios médicos y se declaran nacionales todos los establecimientos de educación oficial.
La educación en la época colonial
Diana González Ortega

Los colegios en la Nueva España formaron parte del proyecto humanista de convertir a los indígenas al cristianismo, y estas actividades contribuyeron a la conservación de la paz y la tranquilidad del reino.

Para este proyecto humanista los frailes destinaron un tiempo y un local al lado de la iglesia para iniciar a los niños en la doctrina cristiana, además les enseñaban a leer, escribir, cantar, tocar instrumentos musicales, ayudar a la misa, atender la sacristía y, en especial de acuerdo a Torquemada (1975), llevar una vida en común y fabricar cuerpos sanos que garantizaran la sumisión y obediencia para la limpia reproducción del reino.

Los colegios marcaron enfáticamente la división para atender a los hijos de los conquistadores y a los hijos de los conquistados, pero además en éstos últimos existió la separación para educar a los hijos de los pudientes y a los de los indigentes.

Prueba de lo anterior es que entre 1526 y 1527 se fundaron dos tipos de colegios; uno para transformar a los hijos de la nobleza indígena en caballeros de la nobleza novohispana y otro para que los hijos de labradores y gente plebeya aprendieran la doctrina cristiana, las artes y los oficios.

En el mismo lugar donde había funcionado el Calmecac o escuela de los hijos de los principales mexicanos y de donde había partido la más feroz oposición militar contra los españoles, se fundó en 1536 el colegio de Tlaltelolco, que fue un modelo de conversión abrigado por los franciscanos.

En Tlaltelolco se reclutó a jóvenes de las distinguidas familias de los tiempos precoloniales y se formaron a los primeros religiosos cristianos indígenas imponiéndoles una rigurosa disciplina.

Con relación a las mujeres se inició con las hijas de la nobleza indígena para enseñarles la doctrina cristiana y las buenas costumbres como si fueran monjas, pues sólo salían de la clausura para enseñar a otras mujeres en los patios de las iglesias o en las casas de las señoras.

El colegio de la Caridad se fundó en 1538 para españolas y mestizas de todas las edades, con la idea de que salieran directamente a la boda, se les enseñaba a cantar, rezar, los salmos, la misa y en especial el taller de labores femeninas, todo esto se realizaba en silencio y devoción.

En este colegio se debían tratar las alumnas entre sí con amor y caridad, procurando que no hubiera disensiones ni palabras injuriosas. Si no obedecían a su rectora se le informaba al cabildo y podían recibir castigos, perder su dote y ser expulsadas.

Mención especial merece la educación que impartieron en la Nueva España los jesuitas, quienes introdujeron la idea tridentina de la educación integral: de la mente, el espíritu y la conducta; más escolarizada para las familias novohispanas acomodadas, como los hijos de hacendados, mineros, ganaderos, comerciantes y altos funcionarios. Menos escolarizada para los indígenas, las mujeres, los enfermos, los presos, campesinos y los negros.

Para los jesuitas, lo más importante era el fin y no los medios, lo sustancial y no lo periférico, de modo que la elocuencia, el cálculo, la casuística, la simulación y el disimulo constituyeron valiosos instrumentos en la educación de los futuros dirigentes. 

En ceremonias y días especiales los estudiantes se distinguían por sus escenificaciones teatrales, sus diálogos y declamaciones en latín y romance, en prosa y verso, lo cual animaba a muchos padres a enviar a sus hijos a estudiar con la compañía de Jesús.

Por otra parte es importante señalar que en el colegio de San Pedro y San Pablo se formaron a los futuros sacerdotes y rectores de las iglesias, y en el colegio de San Ildefonso a los futuros integrantes de los ministerios de la república.

A inicios del siglo XVI antes del concilio de Trento, en España había existido cierta libertad para criticar a las instituciones y a las personas que las integraban, después de este concilio, el clima cambió y la apatía intelectual, el moralismo fanático y el amaneramiento barroco fueron predominantes en la religión.

En los centros educativos se impusieron las reglas, los programas y los materiales de estudio. La reflexión e incluso el uso del sentido común quedaron anulados, en su lugar se instaló la práctica de la memorización, la repetición y la erudición consistente en manejar alusiones a la mitología y a la antigüedad grecorromana.


Bibliografía.
- Torquemada, J. (1975) Monarquía indiana. México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

- Pastor, M. (2004) Cuerpos Sociales, cuerpos sacrificiales. México, Facultad de Filosofía y Letras. UNAM /FCE.

LA EDUCACIÓN EN MESOAMÉRICA


En el vasto territorio de lo que hoy es México, desde el segundo milenio, antes de nuestra era, hasta el año 1519, se desarrolló la excepcional civilización mesoamericana, compuesta de una gama de culturas originales: la olmeca, la maya, la mixteca, la teotihuacana, la azteca y la tolteca. En la parte más elevada de la región cultural, como simbólica pirámide natural, se encontraba el Valle de Anáhuac o de México, corazón de Mesoamérica. Las aguas atrapadas entre una cadena de volcanes formaron cinco lagos de poca profundidad, en torno a los cuales se asentaron diversos grupos humanos, en épocas distintas. 

Los mexicas, procedentes del norte, del mítico Aztlán, llegaron tardíamente a la meseta central, por lo que tuvieron que aceptar la supremacía de Azcapotzalco, aunque no por mucho tiempo. En menos de 50 años, la "Serpiente de Obsidiana" dominó a los antiguos amos y estrechó sus anillos en torno a la Triple Alianza con Texcoco y Tacuba, que dividiría el Valle en tres esferas de influencia. El espíritu inicial cambió rápidamente, y en realidad el emperador mexicano era quien predominaba sobre los otros dos. 

Con el tiempo, la zona de influencia azteca habría de extenderse hasta el sur, a la región maya y más allá. Así, México-Tenochtitlán desplegó un orgulloso señorío sobre las aguas: el soberano azteca se convirtió en sinónimo de poder y dominio. Los tributos de los pueblos circunvecinos se desbordaron sobre la ciudad. De afianzar la hegemonía económica y comercial se encargaron los pochtecas, cuyas caravanas recorrían, infatigables, miles de kilómetros de territorios altos y bajos, selváticos y semidesérticos por igual. Lujo y riqueza colmaron el Imperio, régimen teocrático y militarista que se pregonaba heredero de la milenaria cultura tolteca. Nunca antes los mesoamericanos habían sido testigos de tal esplendor.





Los aztecas no sólo se preocuparon de expandir sus dominios, sino que, deliberadamente, también reescribieron su pasado histórico; destruyeron (por indignos) los documentos relativos a los antecedentes tribales y construyeron la nueva historia, tal como la conocemos hoy. Con ello, elaboraron lo que antropólogos y sociólogos contemporáneos llaman el "mito fundacional" del poderío tenochca: el Sol, representado por el águila, al posarse sobre el nopal marcaba el lugar donde debía establecerse México-Tenochtitlán, y señalaba a sus habitantes como el pueblo elegido para cumplir una misión cósmico: mantener vivo al Astro Rey. No imaginaban los pueblos mesoamericanos que la vida que conocían llegaría a su fin y que ellos serían parte esencial de un nuevo pueblo.

LA EDUCACIÓN EN MESOAMÉRICA


Las culturas como la zapoteca, la maya o la teotihuacana no transmitían sus conocimientos y formaban las conciencias de su población infantil y juvenil por medio de la escuela. Mas aún, no es verosímil, que pueblos mucho más antiguos como el olmeca, hayan carecido de instituciones dedicadas a transmitir el conocimiento e inculcar los valores y las tradiciones a los hijos.

Los conquistadores investigaron las formas de vida, creencias, instituciones e historia mexicas y registraron la información en español, en letra latina. Por su parte los indígenas aprendieron el sistema fonético latino y lo utilizaron para transcribir al papel su historia y sus tradiciones en su propia lengua. A partir de estos escritos conocemos con un poco de detalle la vida mesoamericana.

El culto a los dioses iba ligado al trabajo, un trabajo en el que se instruía al ser humano, con discursos elaborados, a partir del nacimiento y hasta el momento en que el cadáver era despedido de los suyos en los ritos mortuorios, entendiéndose que, para los mexicas, el alma del niño y el cuerpo del difunto estaban capacitados para escuchar y atender lo que se les decía en aquellas floridas piezas de oratoria.


El maestro cumplía un papel protagónico en la sociedad, y era un personaje de gran aprecio en la sociedad mexica. Los Tlamitinime eran los maestros que humanizaban los rostros, que era la manifestación de un yo que se ha ido adquiriendo y desarrollando por la educación. Pensaban que con la educación se hacían los sabios, los rostros ajenos y se humanizaba el corazón de la gente. Con el espejo que les ponían delante para hacerlos cuerdos y cuidadosos, se les daba a su personalidad. Se llamaba la Ixtlamachiliztli, a la acción de dar sabiduría.

En cuanto a la formación del niño y la niña mexica, eran consagrados unos a la preparación militar y otros a los estudios de la ciencia y el sacerdocio. A los niños varones, desde pequeños, los padres procuraban llevarlos al maestro del Calmécac o el Tepochacalli, para inscribirlos y prometerlos en cualesquiera de las dos escuelas. Con objeto de que llegado el momento entrasen a ellas después de los ocho años. Los hijos de los nobles iban al Calmecac para consagrarlos a Quetzalcóalt y al estudio que los prepararía para el sacerdocio y puestos elevados de administración pública y jurídica. Era vida de penitencias rigurosas, de ayunos y renunciamientos.

Los consagrados a Tezcatlipoca en el Tepochcalli, en donde básicamente se entrenaba a los jóvenes para la guerra, llevaban una vida menos rigurosa. Pero si algún estudiante se distinguía, podía pasarse al Calmecac.


El Tepochcalli ("casa de jóvenes") era la escuela a la que iban casi todos los plebeyos. Eran muy numerosos, pues se dice que existían diez o quince en cada barrio.

El Calmécac (“lugar de la hilera de casas”) era la escuela destinada a la nobleza, aunque no en forma exclusiva.  Estas escuelas no eran tan abundantes, pues solo había siete en la ciudad.

La disciplina y el contenido de la educación en el Calmécac eran muy distintos a los del telpochalli. En ambas escuelas se tomaba en cuenta, desde los primeros años, la posición que el individuo ocuparía como adulto en la sociedad. La educación tenía como propósito fundamental, formar la personalidad del individuo, lo cual se expresaba en lengua náhuatl como "in ixtli, in yollotl", "alcanzar el rostro y el corazón".

El noble iba a prepararse en todos aquellos campos que le permitieran actividades de dirección. Lo primero era la educación en el campo del mando político. Los nobles aprendían a regir, y en su preparación ocupaba un lugar muy importante la retórica, como es obvio en un pueblo al que los discursos emocionaban hasta las lágrimas. También se incluían las actividades de alta tecnología, entre ellas la construcción de obras hidráulicas o monumentales, actividades en que las fuentes señalan a los más altos personajes. En materia religiosa era fundamental el manejo de los cómputos calendáricos, entre los que destacan dos ciclos: el de 365 días, de carácter agrícola religioso, dividido en 18 "meses" en los que quedaban distribuidas las principales fiestas del culto, y el de 260 días, adivinatorio.

En el telpochcalli, aunque la educación religiosa era muy importante, se hacía hincapié en el trabajo y en las actividades militares. Esto tenía también el carácter de beneficio para la colectividad.

Los niños, desde edad temprana participaban en los combates. Eran los encargados de cargar el matalotaje de los guerreros, en la medida de su vigor físico. Con frecuencia un militar experimentado, persona hábil escogida por el padre del menor, le servía como instructor en el campo de batalla, mientras el niño actuaba como su ahijado o escudero. Los novatos veían la lucha desde lugares seguros; pero su afán aventurero y su deseo de iniciar el ascenso jerárquico los impulsaba a lanzarse, en grupos de tres, cuatro o cinco, a sorprender a algún enemigo en desventaja. Si podían dominarlo, capturándolo vivo, obtenían su primera posición prestigiosa y pedían que se les cortara un mechón de pelo que, como señal infamante, llevaban los que nunca se habían distinguido en el combate. Su peinado sería ahora diferente, honorífico: se les rapaba toda la cabeza, con excepción de un mechón que caía sobre una de las orejas. Ya no volverían a ser simples cargadores en la guerra, y tendrían autoridad como maestros de sus compañeros más jóvenes. Sin embargo, no se les permitía atrapar otra vez en grupo a un enemigo; la siguiente acción guerrera debía ser una proeza individual. Se les decía que si la captura del enemigo se realizaba de nuevo en grupo, les dejarían crecer un mechón sobre la otra oreja, lo que no era muy atractivo en los varones, pues era éste un peinado femenino.


 La diferencia de educación de los niños plebeyos y los nobles, estaba en razón directa de las responsabilidades y privilegios que tendrían los estudiantes en su vida adulta. En primer lugar, había una gran continuidad en la especialidad familiar de trabajo: por regla general, existía la rigidez de la herencia paterna en el desempeño de las profesiones, y buena parte de la transmisión de los oficios era una actividad educativa doméstica.

En cuanto a la educación formal, había una enorme distinción en cuanto al rigor disciplinario del telpochcalli y el calmécac. El niño plebeyo, al tener que auxiliar a su familia desde edad muy temprana en las actividades económicas, entre ellas las agrícolas, tenía más facilidad para entrar y salir con frecuencia del templo-escuela. Llegado a la madurez sexual, el joven tenía ciertas libertades, como la de pasar ocasionalmente la noche fuera del templo.

En cambio para el niño noble la vida era muy dura: en primer lugar, al menos en el plano normativo e ideal, tanto la muchacha como el joven nobles eran castos. La virginidad, incluida la masculina, era muy apreciada entre los mexicas, y una de las virtudes que se estimaban en el guerrero era su alejamiento de la carnalidad. Los jóvenes y las doncellas nobles vivían encerrados en sus escuelas, sometidos a una estricta vigilancia. Si algún muchacho era sorprendido en aventuras amorosas, se le chamuscaban los cabellos, se le lanzaba a la calle y nunca más podía volver con sus compañeros de escuela.

 En cuanto al trato de los niños nobles en las escuelas, las fuentes documentales dicen que los alimentos que les llegaban de sus casas no eran entregados específicamente a un destinatario familiar, sino que se distribuían entre todos, arrojándoles la comida para que aprendieran a ser humildes.

La diferencia en el trato iría a ser un argumento más que los nobles esgrimirían para ejercer las actividades directrices de la sociedad, y a partir de ellas, para gozar de una vida adulta privilegiada. Ostentaban sus poderes y prerrogativas justificándolos por distintas vías: el ser descendientes de un dios patrono, Quetzalcóatl, que les había legado la función del mando; el pertenecer a linajes de hombres que, supuestamente, habían cumplido sus obligaciones con responsabilidad, habilidad y moralidad extremas a través de todas las generaciones, y en tercer lugar, precisamente, el haber sido educados en el rigor los nobles y en la ligereza los plebeyos.